Si el poema es el poema es el poema, ¿para qué entonces hablar del poema? Otras Ítacas apunta ya en el título a una posible respuesta. Hubo la Ítaca de Homero, pero de ella nacieron otras Ítacas. Es lo que nos enseñan estas lecturas: en cada palabra resuenan muchas otras palabras, en oca-siones muy alejadas entre sí y de las que no siempre era consciente quien las escribió.

Decía Jaime Gil de Biedma que uno de los placeres de leer un poema era la sensación de asistir a la supuesta –y siempre ficticia, añadimos– confidencia del poeta. Otras Ítacas nos revela la intimidad de los textos, los secretos disimulados entre los hilos con que se tejieron; y, sin embargo, estaba todo ahí, frente a nosotros. Cuando des-cubrimos, en el ensayo que da título al libro, la profunda vinculación –algo muy distinto de la cita más o menos culta o el guiño literario– entre la experiencia definitiva de Primo Levi, la reflexión de Semprún y unos versos de Dante, se nos revela uno de los posibles sentidos del hecho de estar vivo. Y de tener conciencia de ello. Sólo eso justifica ya este libro, su lectura particular y apasionada de lo que otros han escrito, saltando de una obra a otra con el tono de quien está hablando para sí mismo.

Hay quien piensa que la poesía antecede al poema y es

independiente de él. Hay quien cree que la poesía sólo se produce en el poema. Cabe pensar también que el poema sólo existe en la hospitalidad de una mente que lo lee: las palabras escritas son su partitura, la música es nuestra. Las lecturas de otros alimentan la propia, siempre distinta, con matices y asociaciones nuevas. ¿Quién puede leer a Hawthorne sin pensar en Kafka después de haberse detenido en el ensayo de Borges sobre Wakefield? Otras Ítacas da textura y riqueza a nuestra propia lectura; es decir, la hace más placentera. Ése debería ser el motivo último –quizás el único– de quien se acerca a un poema, como quien se acerca a un amante desconocido.

Sorprenderá la variedad y alcance de los ecos que re-suenan en los ensayos de Santiago Sanz, desde una poeta y mística medieval alemana hasta una cantante de blues que pocos conocen hoy en día, o de los versos recurrentes de Dante a la exposición fría, reflexiva e implacable de la experiencia de un superviviente de los campos. Una misma imagen o idea reaparece en distintas épocas, en medios y sensibilidades sin ninguna relación aparente. Poco a poco vamos intuyendo que nada nace de la nada y que cada poema, cada imagen, cada idea y cada palabra es el fruto de algo que sucedió en otro lugar y en otro momento.

Otras Ítacas es un libro para lectores. Aviva nuestra capacidad para sentir placer estético –ese característico estremecimiento a lo largo de la espalda– en las caricias formales e intelectuales del poema, rasgándole la piel, hurgando en su interior y abriendo su carne para mostrarnos sus músculos, sus tendones o el recorrido de sus nervios a lo largo de los siglos.

Prólogo a Otras Ítacas (Animal Sospechoso, 2024), Misael Ruiz

Anterior
Anterior

Teresa Shaw / Cabañas en el desierto